Desde pequeño me ha motivado profundamente la idea de impulsar cambios sociales que contribuyan a una sociedad más justa y solidaria. Esta vocación me llevó a ver en las Relaciones Internacionales un puente esencial para alcanzar esos objetivos, al ofrecerme las herramientas para comprender los retos globales y trabajar en soluciones colectivas.
He tenido el honor de participar en dos ocasiones en la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de la ONU (CSWUN), en 2024 y 2025, un espacio fundamental para el avance de los derechos de las mujeres a nivel global. Si en 2024 fue una experiencia transformadora, la edición de 2025 resultó aún más especial, al centrarse en la revisión de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing.
Además, he participado en proyectos académicos y sociales que reflejan este compromiso, desde simulaciones diplomáticas en la ONU hasta campañas de sensibilización social y propuestas culturales de integración. Mi propósito es seguir aportando mis conocimientos, habilidades y dedicación a iniciativas que generen un impacto positivo y duradero en la sociedad.
Durante dos meses, tuve la oportunidad de colaborar como voluntario en Prendam y Kalighat, centros gestionados por las Misioneras de la Caridad en Calcuta.
En Prendam, trabajé directamente con personas en situación de vulnerabilidad, proporcionando apoyo emocional y asistencia en tareas cotidianas. Además, contribuí al mantenimiento de las instalaciones y participé en actividades de acompañamiento y cuidado de personas con necesidades especiales.
En Kalighat, la Casa para los Moribundos Destituidos, acompañé a personas en sus últimos momentos de vida, ofreciéndoles apoyo emocional, compañía y cuidados básicos. Esta experiencia, profundamente conmovedora y transformadora, me permitió desarrollar habilidades como la empatía, la resiliencia y la capacidad de ofrecer consuelo en situaciones difíciles.
Este voluntariado no solo fortaleció mi compromiso con el servicio social y la solidaridad internacional, sino que también me brindó una valiosa perspectiva sobre el poder del acompañamiento humano en momentos críticos.
Con solo 14 años, tuve la oportunidad de colaborar como voluntario en Santi Bawan (Katmandú) y en el centro de las Misioneras de la Caridad para hombres en Pokhara. Aunque mi capacidad de ayudar activamente era limitada debido a mi edad, me dediqué a realizar pequeñas tareas cotidianas y a ofrecer compañía a las personas que lo necesitaban.
En Santi Bawan, ayudé en el cuidado de personas con discapacidad física y mental, aportando mi granito de arena a través de gestos simples pero significativos, como acompañar en actividades y colaborar en la limpieza y el mantenimiento del lugar.
En el centro de las Misioneras de la Caridad para hombres en Pokhara, estuve presente para quienes enfrentaban situaciones de vulnerabilidad extrema, ofreciendo apoyo emocional y realizando tareas sencillas que aportaban un poco de alivio a su día a día.
Esta experiencia, a pesar de mi corta edad y limitadas capacidades, me hizo darme cuenta de mi propósito en la vida: estar al servicio de los demás y contribuir, aunque sea con pequeñas acciones, a aliviar el sufrimiento humano.